Política

Socialismo de porcelana

Un aliado 'peligroso'. La prensa cubana escamotea la información sobre el congreso comunista chino.

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El fantasma de Deng

La amurallada política editorial del diario oficialista vedó a sus lectores de los más importantes pasajes del informe de Hu al congreso, en los que elogió la estrategia de reforma y apertura emprendida en 1978 por el entonces líder Deng Xiaoping y mencionó más de 60 veces la frase "democracia dentro del partido".

Deng, cuyo pragmatismo le llevó a decir: "no importa el color que tenga el gato, lo importante es que cace ratones", nunca fue una figura halagada por la mediática cubana.

Una revisión somera indica que mantuvieron casi en silencio sus profundas reformas de mercado y la política de puertas abiertas al gran capital trasnacional, en los años ochenta, que estructuraron la que es hoy la cuarta economía mundial.

El replanteo del sistema electoral del partido, los esfuerzos por democratizar su vida interna, la disparidad en la distribución de la riqueza social, las pautas financieras y la bolsa de valores, el combate contra la pobreza y las ideas del segundo hombre de la jerarquía, Wen Jiabao, sobre "la emancipación de la mente y la iniciativa privada", fueron igualmente asuntos discriminados por Granma.

El primer ministro Wen pidió esfuerzos sostenidos para impulsar la reestructuración económica y política, y dijo que "sólo si el país se reforma y abre genuina, constante y completamente al mundo exterior, China tendrá un futuro brillante".

La lista de los temas descartados por Granma trasluce más o menos las discrepancias cubanas con China, un país con el que tampoco Fidel Castro se sintió cómodo durante el período maoísta por sus disparatadas políticas internas, su penetración en los movimientos revolucionarios en América Latina y el cisma con Moscú, que por un pelo no terminó en una guerra nuclear.

Luego, al comienzo de la era post-Mao, la invasión pekinesa a Vietnam, un aliado histórico de la Isla, hizo que las relaciones descendieran a los infiernos.

Con Deng, las nexos fueron recomponiéndose, aprovechando sobre todo el vacío soviético, pero sólo llegaron a la plenitud actual con la alianza forjada entre Fidel Castro y Jiang Zemin, el heredero de Deng y quien, aun retirado, sigue siendo una figura de cuidado detrás del trono.

Guaguas y alta política

Después de Venezuela, China es el segundo socio comercial de Cuba con un intercambio de unos 2.405 millones de dólares en 2006. Ambas naciones han establecido empresas mixtas en turismo, agricultura, minería y biotecnología.

El flujo de delegaciones oficiales, en ambas direcciones, en sectores estratégicos de la política, la economía y las fuerzas armadas, da fe de una sólida alianza que, sin embargo, no se toma como paradigma de relaciones entre países socialistas, pues tal referente lo reserva La Habana para el esquema integrador del ALBA, patrocinado por la Venezuela de Chávez.

Para poner las cosas en su sitio, en marzo pasado el periódico Granma publicó un artículo del economista y politólogo Manuel Yepe en el que afirmaba que Cuba sigue su propio modelo de desarrollo diferente a la "economía de mercado socialista" que llevan adelante China y Vietnam.

En un trabajo titulado "La táctica de las comparaciones", el experto consideró que tal ejercicio es "un pasatiempo nada ingenuo para promover en el campo de las ideas, la desconfianza y la desunión". Aunque admitió que ambas naciones son dirigidas por partidos comunistas, dijo que acusan "también peculiaridades bien distintas".

Para el cubano de a pie, esos son asuntos de alta política. Lo que importa es poder montarse en una Yutong y llegar temprano a casa o al trabajo. Sin más, gozar de un día de suerte. Si China es capaz de obrar ese milagro, entonces "que pase lo que pase allá, no es mi problema", dijo un anciano que esperaba ansioso una guagua que lo llevara al oeste capitalino.

Llevaba más de una hora bajo el sol, sudando ferozmente. La escena hace que la felina fábula de Deng no carezca de sentido.


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